«Para lograr textos genuinos debemos imaginar, correr el velo y acercarnos tal vez a la cosa en sí, a lo real, a la voluntad ciega… Mientras los pulmones respiren y la sangre bulla, mientras el transcurso nos afirme el presente, hurgaremos como topos en lo que no tiene nombre, y quizás, la belleza tome forma».
Al llegar, Gustavo Di Pace rompe con cualquier estereotipo. Tiene el pelo largo y canoso como el de un rockero de los años setenta. Viste jeans, remera blanca, una cruz egipcia y zapatillas Topper negras. Pasó apenas los cincuenta años, busca minuciosamente en el aire cada palabra que dice y mira a los ojos cuando habla. En su obra leemos a un escritor distinto, basta hojear libros como El chico del ataúd, Mi yo multiplicado, La escritura del Grito Primitivo o Plan para la máquina de espejos, entre otros, para comprobarlo.
ED: Bueno, imagino que ya te lo habrán dicho… antes que un escritor parecés un músico de rock.
GDP: Sí, sí, me lo dijeron, pero para mí ambos mundos van de la mano. Ahí tenés gente como Jim Morrison, Bob Dylan, los Iron Maiden, todos se nutren de la literatura. Y acá tenemos al mismísimo Charly y al Flaco Spinetta haciendo poesía en cada canción. En mi caso, yo leí y escribí desde que tengo uso de razón ¿sabés? y en su momento también toqué la guitarra eléctrica, mi banda se llamaba Grito.
ED: Ah, ahora entiendo la conexión con tu Grito Primitivo…
GDP: Claro, siempre estuvo ese concepto, fijate que al principio, allá por mis años adolescentes, se respiró como rebeldía, y ahora se transformó en un grito de identidad artística, la máxima aspiración, me parece.
ED: Estoy de acuerdo. Y seguramente debe haber otro vínculo entre el Di Pace lector y el que escribe…
GDP: Creo que sí, lo noto en la variedad de lecturas y en lo que escribo después. A mí me gusta leer de todo, la ciencia ficción de Stanislaw Lem y Philip Dick, admiro profundamente la poesía de Hugo Mujica y Laura Yasan, en el género cuento Felisberto Hernández me encanta, adoro los escritos de René Daumal también…Todas estas lecturas dejan su huella en la escritura, y aunque después nacen textos muy diferentes de los leídos, es cierto que hay un coqueteo con diversos géneros, estilos, formas.
ED: Siguiendo con lo que decís, tus libros son distintos entre sí, La escritura del Grito Primitivo, por ejemplo, se constituye casi como un manifiesto, con relámpagos de poesía y de ficción. Y Plan para la máquina de espejos, tu nuevo trabajo, se ubica dentro del género cuento, pero considerando su estructura ¿podría ser también un diario personal novelado?
GDP: Sí, sí, podría ser, un diario personal en el que el protagonista, Lucio Pietrángelo, anota las historias que ve en los paneles de la máquina que inventa. No le pone fecha, pero es de algún modo un diario, tenés razón.
ED: Claro, y tambíén me llamó la atención la portada, que cuenta con un dibujo de Robert Fludd titulado La dualidad primordial. Si recordamos otro de tus libros, Mi yo multiplicado, no creo que sea inocente esa ilustración...
GDP: Bueno, aunque yo no elijo las portadas de mis libros, es cierto que esta última se la sugerí yo al editor (se refiere a Juan Carlos Maldonado, de Alción Editora, los libros de Gustavo Di Pace fueron publicados en su mayoría por este sello). Creo también que, efectivamente, habría una posible conexión entre ambas tapas. En la de Mi yo multiplicado hay dos hombrecitos sentados leyendo espalda con espalda, y es fragmento de una obra de Pieter Brueghel el Viejo. Por otro lado, la tapa de Plan para la máquina de espejos, que en realidad refiere a una visión hermético-cristiana y esotérica que nada tiene que ver con el aparato tecnológico al que se refiere en el libro, podría vincularse con la ilustración de Mi yo multiplicado… o sea, las duplicaciones, los espejos como metáforas de la identidad…
ED: La ucronía “Efecto Eckels” es un homenaje a Ray Bradbury, a quien incluso has conocido personalmente. ¿Cuánto influenció en tu obra?
GDP: Hum, no lo sé, pero todo es influencia: lo que vivimos, los libros que leímos, las películas que vimos, los sueños, las historias que nos contaron… Y sí, tuve el gusto de estrechar la diestra del gran Bradbury allá por 1997, cuando vino a la Feria del libro local.
ED: Bueno, antes de recomendar a los lectores tus dos últimos libros, finalizo esta entrevista con una pregunta que será un clásico en el Diario.
Goethe consideraba las tendencias vertical y espiral como los principios esenciales que modelan a todas las plantas y los árboles. Manifestó que hay siete formas morfológicas como metamorfosis de la forma original de la especie: 1) las plantas herbáceas, en equilibrio con su tamaño y entorno; 2) los árboles frondosos, en donde predomina lo vertical y el ramaje que pone distancia al entorno; 3) las enredaderas, siempre en la búsqueda de luz; 4) las coníferas, totalmente verticales y rígidas; 5) las cactáceas, donde predomina lo periférico y absorbe todo lo que acontece en su entorno; 6) los arbustos, que se contentan con haber crecido sólo un poco, sin importarles llegar a ser un árbol; 7) las plantas montañosas, que llevan su energía a la consecución de la belleza: su flor, sin derrochar energía en el follaje.
Siguiendo esta idea, ¿podrías encontrarte dentro de alguna de estas categorías? ¿Cómo serían tus características humanas según estas morfologías? ¿Más arraigado a la tierra, más conectado con la luz, a merced del viento, o un híbrido de todos ellos?
GDP: Uy, qué grande es Goethe, digo, ese poder de observación. No sé, me parece que respondería un poco a cada una de estas categorías… según el día, el tiempo, la humedad, ja ja. A veces busco el equilibrio, otras me dejo llevar, y muchas veces necesito la luz. En la escritura, me parece, elijo las opciones según lo que el texto me pide, él (y no yo) es siempre la prioridad. Tierra, viento, luz. ¡Y que la literatura sea!
Gustavo Di Pace (1969). Publicó los libros de cuentos Los patios interiores, Libris de Longseller, 2003, Mi yo multiplicado, El chico del ataúd y Plan para la máquina de espejos, Alción Editora, 2011, 2014 y 2022 respectivamente, la novela Tuya es la sangre, en 2016 y el ensayo La escritura del Grito Primitivo, en 2018, bajo el mismo sello. Escribió además Para entrar en estado literario, Leer a Borges es como mirar el mar, Conceptuario (ensayos), Meditaciones, un ejercicio de escritura y respiración (poesía) y Crucifixión (novela) aún inéditos.
Publicó diversos textos en antologías y revistas de Argentina, México y España. Colaboró en la revista Reflexiones y Debates con su columna Mismidades y egomanías de un tal Vorazip y en CAM, la Web Cultural con reseñas de libros, películas y obras de teatro.
Actualmente, coordina actividades literarias en el Centro Cultural San Martín y en su propio espacio: El Respiradero, Cursos & Talleres literarios, un lugar que intenta promover la creatividad y la expresión artística, no sólo con las herramientas clásicas de un taller literario, sino también a través de la lectura de textos y la reflexión sobre distintos temas inherentes al arte y el pensamiento, metodología primordial para lograr los objetivos.